Chorreo y ridículo en Anfield
El Barcelona escribió una de las páginas más negras de su historia en la Champions. Si traumática fue la eliminación por 3-0 la pasada temporada en Roma, este año el nivel de ridículo se ha superado encajando un 4-0 ante un Liverpool sin sus mejores jugadores –Salah y Firmino– y con dos desconocidos como Wijnaldum y Origi como autores de un doblete cada uno.
El cuarto gol de los reds describe a la perfección un partido en el que los pupilos de Ernesto Valverde nunca entraron en el choque. Los locales sacaron rápido y conectaron con Origi solo en la corona del área pequeña, mientras los culés miraban a las nubes. La decepción es mayúscula en los azulgrana, que reinciden en sus pecados.
El partido comenzó con un Liverpool en versión rock and roll. Da igual que no estuviesen Salah o Firmino, el equipo de Klopp posee esa habilidad especial para meter dos marchas más que el rival y el Barça lo vivió en su carnes en los 10 primeros minutos.
Los parecidos con la tragedia de Roma empezaban a ser evidentes. Los culés no hilvanaban tres pases seguidos, mientras que los reds mordían en cada acción. No tardarían los locales en encontrar el premio a su empeño tras una desastrosa cesión de cabeza de Jordi Alba que propició una llegada en segunda línea de Henderson. El centrocampista vio como Ter Stegen sacaba una mano milagrosa a su disparo, pero el cancerbero alemán ya no pudo hacer nada ante el rechace que cayó en las botas de Origi para marcar.
Los locales gritaron al árbitro Çakir –conocido por su admiración a Messi– después de que en el minuto 9 no considerase suficiente el contacto con el que Sergi Roberto derribó a Mané dentro del área. El Liverpool estaba pletórico y nada parecía pararle.
Messi, sin embargo, tenía cosas que decir y el argentino aprovecho el primer mal repliegue defensivo local para sacar lo mejor del repertorio del portero Allison. El 10 hizo su clásica jugada con Jordi Alba con el centro atrás y el disparo preciso. El Barça crecía poco a poco finalizando cada jugaba que tenía con Coutinho haciendo un tiro previsible que desviaba Allison nuevamente.
El Liverpool, tras esos sustos, se recompuso gracias al carácter aguerrido de sus futbolistas británicos. Henderson vio cómo Piqué sacaba in extremis un tiro en segunda jugada, mientras que Robertson alucinaba con el vuelo de Ter Stegen para evitar su gol en el ecuador de la primera mitad. El Barça volvió a estar contra las cuerdas.
A la media hora, el partido se enfrió por una serie de lesiones que no beneficiaron para nada a los locales. Si bien es cierto que Alba y Lenglet se lastimaron primero, luego Henderson y posteriormente Robertson sufrieron graves problemas físicos que obligaron a alargar la primera mitad cuatro minutos.
En el descuento, Messi aprovechó que el Liverpool buscaba el gol psicológico de córner –no había otra porque ni Shaqiri ni Origi daban el nivel arriba– para lanzar un contragolpe y dejar mano a mano a Jordi Alba con Allison. El lateral falla en su remate ante el brasileño, quien salvaba a los suyos y mantenía vivo el espíritu de Roma, equipo al que defendió los colores el año pasado.
El factor Wijnaldum
El descanso sentó de maravilla a los de Klopp. El alemán sentó al tocado Robertson, puso a Milner de lateral zurdo y metió a Wijnaldum en la medular. Los locales activaron el modo rock and roll de nuevo. Los 10 primeros minutos fueron un acoso continuo. Presión, córners, agresividad, mordían como lobos…
Ter Stegen hacía lo que podía para mantener vivas las opciones culés con paradas milagrosas, especialmente una a un escorpión de Van Dijk. El portero alemán, sin embargo, no pudo hacer nada ante la siguiente oleada atancante del Liverpool liderada por Wijnaldum.
El holandés anotó dos goles en dos minutos exhibiendo su característica de llegador en segunda línea dejando claro que a intensidad y ganas no le supera nadie. El centrocampista se anticipó a todos rematando un centro de Alexander-Arnold que pilló a contrapié a Ter Stegen. No iba a ser perfecto el teutón.
A la siguiente que los reds tuvieron, Wijnaldum se elevó por encima de Piqué y los centrales culés clavando un cabezazo majestuoso que resucitaba la eliminatoria cuando parecía imposible. Klopp no sabía si decirle a los suyos que siguiesen hasta el final o aguantaran el resultado.
Esa duda hizo que el Barça recuperase el aire y resucitara poco a poco cogiendo la posesión de balón. Los culés, sin embargo, se encontraron con un Allison tocado por los dioses. Estuvo en la remontada de la Roma y hoy era fundamental para que el Liverpool obrase el milagro. El brasileño sacó una mano espectacular a Luis Suárez a 20 minutos del final.
Pero el colofón al milagro llegó con un córner donde los locales fueron los más listos de la clase y los culés los más pardillos de la Champions. Alexander-Arnold vio a toda la defensa culé mirando a la nubes por culpa del tremendo esfuerzo y sirvió un balón a velocidad express para que Origi anotase el gol que culminaba una remontada histórica y memorable.
El Barça intentó reaccionar con 10 minutos por delante, pero ni mucho menos tenían posibilidades de inquietar al Liverpool. Klopp había aleccionado bien a Fabinho y Henderson para que sólo se preocupasen de que Messi no recibiera. Esa consigna terminó por ahogar a unos culés sin poder de reacción ni ideas. El fútbol fue justo con la apuesta de un Liverpool que ni mucho menos tenía a sus mejores jugadores, pero que jamás perdió la fe en que podría eliminar al Barça. Ridículo reincidente e histórico.